Y desde este cuerpo, contenedor de todas mis riquezas y recursos me alzo, y así os invito a hacerlo, porque tenemos que ser conscientes del poder que albergan nuestras sexualidades bastardas, reconocerlo para poder darle una utilidad más allá del orgasmo, de lo performativo, de lo tallerístico, lo artístico, lo poético o incluso lo político. Imprimamos en él lo bélico. Nuestras corridas son armas, son chorros de ácido corrosivo, nuestros orificios lúbricos y dilatados son barricadas o trampas de arenas movedizas, nuestros penes de carne o de plástico son misiles, nuestros dedos son balas, nuestras lenguas metralletas, nuestras tetas son granadas de mano, toda la extensión de nuestra piel es un sembrado de minas. Vamos armadxs hasta los dientes y el enemigo está ahí fuera jodiéndonos desde todos los flancos mientras yo me pregunto: ¿a qué carajo estamos esperando? Empecemos por adueñarnos de nuestros cuerpos, recuperándolos de sus cárceles de convenciones sociales, represiones religiosas y limitaciones ideológicas, por salvarlos de las torturas estéticas que no nos pongan y de la languidez de lo normativo.
Diana J. Torres - Pornoterrorismo
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