sábado, 9 de julio de 2011

El movimiento 15-M, unido a aspectos más temporales de mi vida como los exámenes, consiguieron acabar con la vida de este blog. Al principio pensaba que sería un buen espacio donde contar algunas de las mejores experiencias que nos brindó el estallido de protestas de esta primavera, como cuando nos pilló en la acampada el diluvio universal auspiciado por Yumas y el viento se alió con la tienda para regalarme un precioso vuelo en ala delta de apenas un metro, o las visitas del fascio alcalaino, o cuando me caparon el hurón, a la mala leche. El caso es que no lo he hecho, pereza y falta de tiempo. Y sólo escribo esto para decir que no lo voy a hacer, que me voy de Alcalá, al campito, donde la piscina es un río, los nazis son avispas -abejas, a lo sumo-, las noches algo más frescas, el agua cerveza y el internet apenas existe; me voy a romper a mordiscos las redes sociales, las digitales y las mentales, a cagarme en la necesidad de estar actualizado sobre cien mil millones de cosas y a aprender qué es capaz de dar una piedra. Allí no espero encontrar nada nuevo, no tengo ni televisión ni radio, pero sé que el café se toma en una terraza de dos metros cuadrados desde la que se ve una carretera secundaria, y esa mierda de montaña que intenté subir hace dos años y no encontré el camino. Y la verdad, después de estos meses, creo que lo necesito, y que sólo me jode dejar atrás los gatos.



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