jueves, 28 de julio de 2011

Abandonar la rutina para habitar el paraíso terrenal, vivir cada día en comuna; comemos, dormimos y hablamos juntos, creamos, pintamos y arriesgamos. Me duele el codo. Se ve que ayer, muy ciego de cerveza, vino y moscatel, no fui capaz de mantener el equilibrio y me caí al río, de espaldas. Suerte de que aterricé sobre una roca sumergida a poco menos de un palmo de la superficie. Este río cura cualquier borrachera y cualquier resaca. Ahora me estoy tomando un café en la zona facha del pueblo. El otro día decidimos hacer una acción artística y un colega, un hacha de mano y yo subimos una montaña campo a través para poner en la cima una bandera de mil colores que Crespo había pintado. Salimos pasadas las ocho de la tarde y yo llegué a un punto de no retorno, con pared vertical a un lado y precipicio al otro. Estuve sólo en la montaña hasta bien pasadas las doce, que vinieron con linternas y cuerdas a por mi. Me encontraron fumando y esperando un helicóptero. Ahora una de las viejas rancias de esta plaza se me ha acercado a preguntarme si subimos a la montaña a poner la bandera de la II República. No tenemos ningún interés en hacer eso. Me ha dicho que esa bandera, mientras ella viva, no asomará por este pueblo. Me tranquiliza ver que incluso aquí, en mitad del paraíso terrenal, ocurren accidentes.



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