miércoles, 1 de septiembre de 2010

Siempre me sorprendió que el mecanismo de un sueño pudiera obedecer en un todo a las leyes diurnas, para ser sucedido instantes o noches más tarde por otro sueño en el que los más elementales acuerdos y correlatos de la razón eran violados, mutilados por una burla suprema. Al despertar de cualquiera de esos dos sueños, el cuerdo y el loco, el sentimiento era el mismo: habíamos creído igualmente en los dos, habíamos acatado de lleno la continuación de la normalidad o su ya impensable trastocamiento. Frente a la conducta de algunos locos, a la seguridad y la fe que trasunta todo lo que dicen o hacen, y su frecuente cólera ante nuestra incomprensión, me dije que acaso la locura nacía de extrapolar un sueño de transgresión, un sueño del que ese hombre o ese niño no despertarían ya nunca, un sueño que había invadido y desplazado la vigilia, como lo hace el delirio, como lo hace la esperanza...


Julio Cortazar,
'la locura es un sueño que se fija'

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