viernes, 11 de diciembre de 2009

¿Qué es peor que un hijo de puta?



Un hijo de puta hablando sobre la moralidad, ajena y propia, y justificando, repito, en nombre de la ética y la moral y desde su estrado de -dueño y poseedor de la verdad-, lo injustificable, además utilizando para ello los típicos argumentos de parbulario del "yo malo pues tú también", soltando perlas como:

"Al menos los toreros dan oportunidad a los toros de matar a parte de los enemigos [...] e incluso pueden matar al torero, sino estos se lo comerán digamos en parrilladas [...] la probabilidad de que un antitaurino que comen carne muera es 0, en los dos casos es una pelea desigual, el toreo es solo una manera de hacer esta pelea más igual, esto no es una opinión moral, es un HECHO."

Argumentos absurdos, y ante los contraargumentos, estupidez pura sin depurar, es lo que se lleva hoy, todo es defendible porque la empatía ha muerto.

"Los vegetarianos no dan oportunidad al Broccoli de que se defienda." De esto se deriva la inmoralidad del acto de acabar con la vida de cualquier otro ser, pero, ¡valla! resulta que si este ser o víctima se puede defender sí que estamos ante un acto moral, aún existiendo una alternativa en la que el daño es mínimo, si la víctima se puede defender, aún con ínfimas posibilidades de víctoria parcial, estamos ante un acto moral ya que, según parece, se mantiene "la ley natural del más fuerte".
Entonces, aceptando la inmoralidad de algo, ¿cómo después se deriva una moralidad aún mayor de realizar la citada inmoralidad por justificarse ésta en un elemento estético como es el ¿arte??, pedazo de gilipollas, la respuesta está en el convencimiento de la propia verdad sin que te pueda afectar nisiquiera una segunda visión de tus propios argumentos, en basar toda tu idea en elementos ambigüos a los que poder dotar del significado que tú quieres, es la muerte del -concepto- como tal, el abandono del pensamiento coherente por términos como "ley natural" o "moral".

Por qué nos has abandonado Sofía.

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