lunes, 2 de mayo de 2011

Un festival siempre se paga, eso yo ya lo sospechaba, y si vas sin entrada pues alomejor no lo pagas en dinero, pero lo pagas en salud.

Por eso yo llegué aquí a Alcalá bastante preocupado por lo que dos findes de festival seguido pudieran haber hecho con mi capacidad intelectual, con mi salud mental, con el pan de mis hijos. Pues fue llegar aquí, quizás aún un poco hebrio, y meterme directo a la ducha. Creo que ahí demostré que aún me quedan neuronas, porque tras tres días con la misma ropa el hecho de meterse una ducha relajante es bastante lógico y normal.

Pero mi confirmación vino después de la ducha, cuando me tiré en el sofá, en una postura incomodísima y con las rastas empapadas, y, haciendo caso omiso al solazo que había en la calle, me tragué varios programas de MTV Tunning y un reportaje informativo sobre la beatificación de Juan Pablo Segundo -¡te quiere todo el mundo!-.

Pues resulta que un coche de mierda que te regaló tu tío y que podría protagonizar perfectamente una preciosa postal de la Habana puede transformarse en apenas unas horas en un insulto a la estética de color morado con cinco televisiones en la zona trasera y una sexta incrustada en la madera donde se corta la carne para la barbacoa situada en la parte delantera. Junto al motor colocaron un dispensador de salsas ante mis atronadores vítores y aplausos. De Juan Pablo Segundo -¡te quiere todo el mundo!- vinieron a decir que se merecía la beatificación y mucho más, que fue el puto amo, y que se llevaba genial con el fundador de los Legionarios de Cristo, unos curas que, por lo que parece, gustan de romper ortos a menores y monaguillos.

Una vez que me había dado cuenta de que el daño estaba hecho, porque yo no era de aplaudirle los reportajes -fantásticamente doblados, todo sea dicho- a la MTV Tunning ni de verme las automamadas que se tira la Iglesia Católica en sus canales subvencionados, me metí en la cama dispuesto a dormir. Ahí el subconsciente se mostró en todo su esplendor y, quizás también algo dañado por el alcohól y las tiendas de campaña, me gratificó la noche con un sueño en el cual yo era primo segundo del Príncipe Felipe y le echaba una buena bronca entre cerveza y cerveza porque "hacía mucho que no se venía al pueblo a echarse un fútbol con estos".


Pero eh, un par de semanitas a base de jalea real y nueces y esto se saca p'alante.

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