sábado, 16 de abril de 2011

Llevo ya un tiempo queriendo tratar un tema aquí. Es un tema que me ha perseguido durante muchos años, casi tantos como llevo vivo, y sobre el que reflexionaba mucho antes. El tema son los malotes, la idea de la mala gente ¿sabes?, el malote como concepto concreto, casi como grupo social con unos intereses y un comportamiento concreto y definido, sujeto social integrado dentro de algo más grande pero completamente diferenciado, casi sectario. Yo de pequeño pensaba mucho en esto. Yo de pequeño razonaba las cosas muchísimo, me pasaba el puto día razonando, buscándole la causa-consecuencia a todo. Y lo hacía como el culo, la verdad, llegaba a conclusiones de mierda, pasaba de modus ponens, de modus tonens, de todo. Simplemente razonaba, buscaba mi propia respuesta científica, y la jodía. Empecé a rallarme con todo lo que significa el malote o malota tras mi primer encontronazo con ellos. Data del siglo pasado, último año de siglo concretamente, y primero o segundo año en mi colegio de Torrejón. Ese colegio estaba pegado a otro colegio, un colegio especial para gente jodida, no recuerdo muy bien porque yo apenas sumaba diez años. El caso es que estaba agarrado de la valla que separaba los dos centros, del lado del colegio bueno, con un amigo. Del otro lado había dos malotes, algo mayores que nosotros, ese tipo de gente que empieza a fumar a los 11. Uno de ellos le dijo al otro -lo recuerdo perfectamente- “Oye Sito, mira ahí está la tía esa”. Mi amigo, visiblemente sorprendido, me dijo algo así como “¿Has oído Carlos? Ese chico de ahí se llama Osito”. A día de hoy, con el callo que dan los años, no lo haría, pero por entonces era un niño curioso, me gustaba aventurarme. “Perdona chico, ¿te llamas Osito?” dije. Pronto me di cuenta de mi error, el drama y la violencia de la calle entraban en mi vida en forma de insultos, piedras y vejaciones que salían disparadas desde el otro lado de la valla. Mi hermana tuvo que mediar días después con el malote, pidiéndole por favor que no me reventara a ostias, que apenas tenía 10 años y no sabía muy bien lo que decía. Después, astiado de los problemas con la mala gente, me mudé al Val. Premio. Ahí se aprende rápido, y la verdad es que mi situación no mejoró demasiado; ¿Mi pecado? Tener un album de cartas Magic y Pokemon cojonudo. Me lo robaron, denuncié al director, recuperé mi album y ya de paso me lleve alguna que otra ostia, y bastantes, diarias creo recordar, amenazas de muerte. Para escapar de ese clima declaradamente hostil me refugiaba en mi mismo -y en los bollos-. Pensaba. Llegué a muchas conclusiones por esa época, la gran mayoría estúpidas. Pero el génesis del malote, el puto Popol Vuh de los calcetines por encima del chandal y la colleja a la salida se me escapaba por completo; me explico:

-

En el Val al menos, los malotes no eran gente fuerte. No eran culturistas, maestros del Tae-Kown-Do ni ninguna pollada de esas. Muchos eran pequeños, los había fuertes eso sí, pero joder también había otros que no tenían ni media ostia. Pero no importaba. Porque un malote no medía su fuerza por la densidad de sus músculos, sino por el número de personas que, en caso de que se la liaras, te iban a venir a pegar. Olvídate olvídate tío, si le pegas a ese te viene mediocampolangel a reventar, es un chungo de la ostia. Pero claro, joder, los malotes eran malotes porque, valga la redundancia, eran malos. Porque se pasaban el día haciendo hijoputadas a la gente. Entonces, me preguntaba yo, para llegar a ser malote, ¿qué poyas hay que hacer? ¿Ser bueno o ser malo? Sinceramente si yo me tengo que pegar por alguien, ostias, le tengo que tener un mínimo de estima, mínimo que no se alcanza si sólo le conozco de que me mente la madre cada vez que paso por su puto lado, que era lo que me pasaba a mi con estos seres. Qué pasa, ¿acaso eran bellísimas personas en su barrio y unas malas bestias fuera? ¿De donde coño sacaban esos putos degenerados el amor y el apoyo de tanta gente? ¿Cómo poyas conseguían esa panda de bordes que hubiera 300 personas dispuestas a partirme las piernas por orden suya si un día tenía suerte y me ganaba un puto Blastoise a los tazos?

-

Deliberando sobre este axioma incompleto me pasé gran parte de mi infancia, iba por la calle ávido de ver a algún cabrón de mi instituto ayudando a cruzar la calle a la gente anciana que aún podía pegarse, o repartiendo caramelos a niños agradecidos. Años oscuros. Dejé atrás todas esa mierda a partir de los catorce o los quince, cuando dejé de tener movidas con malotes para empezar a tenerlas con nazis. Nazis tío. La verdad es que ahora, viéndolo en perspectiva, es una puta mierda. Cada vez me busco las jaranas con gente más jodida. Ya puedo verme a los 25 años, teniendo causas pendientes con los monjes Shaolines, o que por vete tú a saber qué mierda me cojan manía los Agentes de matrix y se dediquen a dar por culo finde sí finde también. Y lo peor es que, ostias, yo no soy un tipo duro. Ejemplo; me vi el otro día la del Club de la Lucha con Astur, todo muy bonito y muy bien, casi romántico, y al rato, al poco rato, nos vimos teniendo una conversación parecida a esa en la que Tyler Durden está en la bañera. A esa de ¿Con quién pelearías? Con Ghandi, Lincoln, bla bla bla. Pero nosotros hablábamos de con quien NO nos pegariamos, joder, hacíamos listas de gente con la que no nos molaría un pelo darnos de ostias, porque sabíamos que nos molerían el alma. Es triste, la verdad.


Toda esta basura viene porque hace poco volví a tener un encontronazo con malotes. Me llevé un cabezazo en los morros. Pero ya no es lo de antes, la verdad, apenas sí he pensado en el porqué yo esa noche acabé recibiendo un cabezazo digno del mismísimo Zidane. Es verdad que con la edad muchas cosas se vuelven más complejas, los sentimientos, las emociones; pero al mismo tiempo otras se simplifican. La culpa de mi labio herido la tuvo la desnivelación de nutrientes; esa gente había consumido cocaína, yo Rufles. Ya está. Ya he acabado de reflexionar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario