lunes, 11 de abril de 2011

Historias de la puta línea

La verdad es que no me enorgullezco en absoluto de la historia que voy a explicar aquí, pero lo cierto es que pasó -creo, iba muy jamón- y que, si bien en un principio me dije que jamás se la contaría a nadie, pasada una semana del incidente ya lo sabe hasta mi querida madre.

Pero no puedo explicar esto sin antes contextualizar un concepto que, si bien todas las aquí presentes hemos visto al menos una vez, no todo el mundo ha sabido identificar en su preciso momento; esto es: La Línea. La Línea, también llamada 'la Línea de No Retorno' o 'el Mal' es un elemento cuasi metafísico, espiritual, pero a su vez material, visible y reconocible que nace a nuestro interior cada mañana, tarde o, lo más común, noche que salimos de fiesta. Desde el primer minuto en el que comienza la ingesta de alcohol podemos sentir la Línea desde nuestro interior, una caña de mahou, por ejemplo, apenas te acerca unos metros a la Línea, que se mantiene a la altura del horizonte, lejana e impasible. En cambio, si ya te bebes tres latas de Mahou Cinco Estrellas, que se diferencia de la Mahou normal en que tiene más droga, verás como la línea se acerca amenazante hacia tu sombra proyectada en el suelo, sin llegar a alcanzarla. De estos dos ejemplos se deduce la visibilidad de la Línea, ya que la Línea es algo que está ahí y que siempre podemos ver (con una única excepción en relación a mi historia) PERO, PERO (y aquí está la clave) que no siempre miramos, unas veces por simple descuido; beber sin tener en cuenta la Línea es la principal causa de coma reversible en menores de 16 años, o simplemente por propia decisión; no son pocas las noches que comunico a mis amigos el ya típico 'esta noche me voy a follar la línea' y acabo vomitándome las chanclas -bendito verano-.

Pero ahora que ya sabemos qué es la Línea... ¿Qué ocurre si la cruzamos? Muy sencillo, los que hemos estado en el otro lado alguna vez podemos decírtelo; llega un momento en tu noche en el que te encontrarás mal, física y mentalmente, y buscarás necesitado la Línea como un bebé busca la teta, necesitado de protección y seguridad. Si no la ves a simple vista, no lo dudes, la has cruzado. La encontrarás a tu espalda, quieta y casi al alcance. En ese caso, y salvo que estés ya en la cama, la cosa tiene solución. Vomita. Vomita mucho. Eso sí, si estás ya en la cama lo siento, verás alejarse la línea cada vez más, como llevada por la marea desde tu barco viscolástico, hasta que vomites. Sobra decir que la Línea, pese a tener factores comunes a la mayoría de las personas, es un bien personal e intransmisible, y al igual que la gente proveniente de los países del Este tiene catorcemil líneas que cruzar antes de llegar a la de No Retorno, otras personas, como mi primo, no vomitan, sino que simplemente la lían parda y al día siguiente no se acuerdan.

Pues bien, una vez conceptualizadas e introducidos en relación a la historia diré que ésta acontece en casa de Astur, la acertadamente denominada "Noche en Blanco". Nos encontrábamos allí miembros de Putamen y de Sacco, apaciblemente sentados en sofases, bebiendo cervezas y fumando. Yo tenía bien presente mi Línea, más que nada porque la había visto acercarse desde hacia varías horas, así que cuando creía que estaba sobre ella, tras un último trago, apagué el piti y dije "Nos vamos no? Voy a mear y vengo". Empiezo a arrepentirme de escribir esto. El caso es que estaba fisicamente en el baño de Astur, y metafísicamente sobre la Línea. De repente, no. De repente, directamente No Estaba. Oscuridad, y un fuerte dolor en el hombro. Abro los ojos, preciosos azulejos sobre los que clavo mi cara. Me levanto rápido y busco con la mirada a) Algún objeto que me recuerde donde estoy, b) la Línea. Veo champú y pienso 'bien, un baño' y busco la Línea. No estaba. La había dejado kilómetros tras mis pies. Así que corro hacia el comedor donde me esperan mis amigos. Nadie sabe nada, ni se lo huelen. Así que disimulo, con la inseguridad que te provoca el saber que estás al otro lado. De repente otra vez no estoy. Abro los ojos, bien, estoy de pie, esta vez no me he desmayado, pero mis amigos no están, sólo está Astur enfrente mía, en pijama. Ante mi mirada de total incomprensión me dice "Eh... tío, se han ido al ascensor" y allí me encamino, aún incapaz de conectar los momentos de mi última conversación y no sin antes golpearme con tres puertas. En el ascensor me esperaban los demás jugando con la alarma del susodicho, lo que me demostró que posiblemente los cuatro habíamos entrado en terreno hostil, pero sólo yo lo sabía. El caso es que en ese momento veía a píxeles, las caras de mis amigos eran mosaicos de colores estridentes mientras yo pensaba que estaba muy lejos de mi hogar. Tras golpearme con un par de puertas más, las dos del portal, salí a la calle y tras caminar menos de cinco minutos volví a cruzar la Línea, esta vez en sentido contrario, y sin necesidad de vomitar.

Moraleja: Sácala tú.

Aclaración: Cuando me desmayé, si es que me desmayé, ya había terminado de mear. Sino la imagen habría sido dantesca, y tú no habrías leído esto jamás.

Canción: Walk the Line, de Jhonny Cash, un tío que estubo muchas veces en el otro lado, vamos, que manejaba bastante del tema.




1 comentario:

  1. me gusta la historia y tu forma de contar lo hechos.
    cuando estoy con mis colegas de fumada o de pedo...(o ambas)
    y digo me piro es cuando cruzo la susodicha linea...siempre me pasa; me piro...eso es lo q no hay que decir, no se puede pensar en que al irte tienes q irte lejos y que vas dando tumbos entre paredes cada vez mas estrechas y el suelo menos estable

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