sábado, 5 de febrero de 2011



Amistades artísticas, y de toda la vida además. Una lástima que el amor por la guitarra de Dan se uniera ayer al amor por la guitarra de Astur, quedando yo relegado a la esquina del desconocimiento total sobre arpegios, acordes, sostenidos y bemoles, lo cual derivó necesariamente en la ingesta del contenido integro de una botella de Licor de Orujo de Hiervas, de procedencia gallega, sobra decir. Curiosa la reacción de mi cuerpo, lejos de alcanzar el nirvana musical, a lo Hendrix, no sólo olvidé como se tocaba mi instrumento, sino que también olvidé el andar derecho. Dejé de tocar, obligado por las circunstancias, les dejé que continuaran su búsqueda del sonido y me senté a reflexionar. Jamás entenderé como lo hacía John Bonham y demás estrellas muertas. Y qué jodidamente mal esta mañana.

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